jueves, 16 de abril de 2009

UN DÍA EN SANTANDER

Aprovechando el puente de la festividad de San José decidimos pasar un día fuera de casa para descubrir, esta vez, la capital cántabra: Santander.
Santander alberga un sinfín de legados culturales, pero destaca además por su inconfundible ambiente marinero y la belleza de sus arenales bañados por el Cantábrico. Tan sólo un paseo por el Sardinero ya es excusa suficiente para visitar la ciudad.





Comenzamos nuestro recorrido por los jardines de Pereda, un pequeño pulmón verde repleto de flora tanto autóctona como exótica: magnolios, acebos, palmeras… Un oasis que se encuentra próximo al centro neurálgico monumental: el majestuoso banco de Santander, el Ayuntamiento, la catedral… Una zona, por cierto, en la que se encuentran la mayor parte de los comercios, con un amplio abanico de posibilidades, a destacar las marcas textiles internacionales y la gran oferta hostelera, aunque, eso sí, no muy barata.




Seguimos rumbo al paseo marítimo, un agradable recorrido que también atesora sus sorpresas, como los famosos “golfillos del muelle”, unas simpáticas esculturas de los Raqueros. ¿Su cometido? Evocar a los famélicos niños que antaño se zambullían en busca de monedas lanzadas al mar por algún que otro ricachón. Junto a estos niños de piedra, el implacable Club Marítimo, testigo de la evolución de la ciudad desde los años 30, y aún hoy referente de exclusividad.

Ya al final del paseo nos encontramos con dos edificios dignos de destacar: El Palacio de Festivales de Cantabria, que nos ofrece el contrapunto vanguardista y el Museo Marítimo del Cantábrico.


Pero aún nos queda buena parte de nuestra excursión, que culminamos con la visita al Palacio de la Magdalena, uno de los signos distintivos de la ciudad, que se erige sobre una península natural que la ciudad regaló a Alfonso XIII para sus veraneos. Es un lugar emblemático para santanderinos y foráneos, donde tanto vale un picnic improvisado como un baño de sol o un paseo a merced de la brisa marina. En el mismo recinto de la Magdalena, nos podemos detener junto a las Caballerizas Reales o sentirnos cual bucaneros de cine junto a los tres galeones que el aventurero cántabro Vital Alsar empleó para navegar. Probablemente, los buques junto al pequeño zoológico (de entrada libre) con pingüinos, focas y leones marinos sean uno de los principales atractivos de este real recinto, y un gran reclamo para los más pequeños de la casa.
Con este paseo damos por finalizada nuestra excursión, y animamos una vez más a descubrir los legados culturales de las ciudades que tenemos cerca.




Con una buena planificación y con ilusión, podemos visitar mil y un lugares sin necesidad de vaciar nuestros bolsillos.

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