SEPÚLVEDA. LA VILLA BAÑADA POR EL DURATÓN
De todas las oscilaciones de la historia, Sepúlveda guarda
el aroma del medievo. Hoy nos muestra en sus carnes, calles empredadas, casas
blasonadas e iglesias de gran interés.
La mejor manera de visitar Sepúlveda es dejando el vehículo
en uno de los aparcamientos exteriores y acercándose a su plaza principal, la Plaza de
España. Para llegar a la plaza pasamos junto a la Puerta del Azogue (o arco del
Ecce Homo) y seguimos por la calle de la Barbacana, donde se encuentra un
lienzo de la antigua muralla. Ya en la plaza podemos ver varias casas
blasonadas y los restos del antiguo castillo. Los torreones y la espadaña a los
que se les añadió, ya en el siglo XVII una fachada de estilo barroco. En esta
plaza se celebraba el mercado, actos públicos y fiestas populares.

Junto a la plaza de España, en los aledaños de viejo
castillo, esta la Plaza del Trigo, allí se encuentra el actual ayuntamiento y
el edificio que albergo la cárcel de la villa, hoy es la sede de la oficina de
turismo.
A partir de ahí Sepúlveda nos pide callejear, movernos sin
objetivo fijo, disfrutando de sus calles y sus casas. Nos toparemos con la Casa
del Moro, en la calle Santos Justo y Pastor. Un palacio del siglo XVI decorado
con una clara alusión a la conquista de la villa a los musulmanes por parte de
Fernán González.
Pero sin duda el lugar más atractivo de la villa es la
iglesia del Salvador. Situada en un lugar privilegiado, la iglesia corona la
localidad, ofreciendo unas vistas magnificas del lugar. Es una pequeña iglesia románica
de una sola nave y una torre anexa unida la nave por un pasadizo abovedado. En
el otro lateral de la iglesia se encuentra una galería porticada.

Sepúlveda nos muestra orgullosa sus encantos pero a la vez
deja a la imaginación su pasado, lleno de leyendas e historias, caballeros y
nobles, moros y cristianos y un largo etcétera.
Álbum de fotos.
Álbum de fotos.
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