SCHLOSS SCHÖNBRUNN
Desde el centro de Viena cogemos el
metro y bajamos en la parada Schönbrunn, que ya nos da una gran idea
de donde estamos.
Schloss Schönbrunn fue concebido como
palacio de verano de los Habsburgo. Construido entre 1695 y 1713 en
un terreno perteneciente a la familia real desde que, en 1569,
Maximiliano II lo adquirió. Se trataba de un terreno boscoso
empleado como coto de caza privado, pero en 1683 fue destruido
durante el Asedio Turco. El terreno quedó en un simple y desolado
solar que el emperador Leopoldo I decidió aprovechar para construir
su palacio estival.
Encargó para tal efecto al arquitecto
Ficher Von Erlach, aunque poco queda del palacio original, pues años
más tarde la Emperatriz María Teresa ordenó rediseñarlo y gran
parte del Palacio tal como lo vemos hoy en día es legado de la
emperatriz. De esa época es original el maravilloso interior en
estilo rococó. María Teresa sintió un gran amor por el Palacio y
lo convirtió en el centro de la política austriaca.
Pero sin duda alguna los habitantes más
celebres del lugar fuerón José I y su esposa Sisí, que pasaron
aquí gran parte de su vida conyugal.
Sin embargo es licito recordar otros
ilustres nombres de quienes aquí moraron por mayor o menor tiempo,
como, María Antonieta (esposa de Luis XVI), Napoleón Bonaparte
(durante su ocupación de Viena, Rodolfo de Habsburgo (único hijo
varón de Francisco José y que se suicido a los 30 años) o Carlos I
(sobrino y sucesor de Francisco José, ultimo emperador de Austria).
La visita más típica al Palacio
muestra los salones de representación, los aposentos privados de
Francisco José y Sisi y algunos emplazamientos de la época de María
Teresa. Además de poder acceder a los jardines barrocos de los que
más adelante hablaremos.
Algunas de las salas que más nos
llamaran la atención son:
La Gran Galería, de cuarenta metros de
longitud y en estilo rococó, cuenta con amplios ventanales, grandes
espejos y unas espectaculares arañas en estuco dorado y blanco, así
como los frescos que la decoran. Se empleaba como salón de banquetes
y recepciones oficiales.
La Sala de los Espejos, recibe su
nombre de los maravillosos espejos que ella se encuentran. En esta
sala María Teresa gozaba en privado de las notas musicales del
maestro Mozart.
El salón chino azul, decorado con
papel de arroz azul, jarrones japoneses y mobiliario que le dan un
toque oriental. En este salón se llevaron a cabo las negociaciones
por las que el Emperador Carlos I dejaba de tener parte activa en el
mando del imperio, es decir, en este salón abdicó el ultimo
emperador austriaco, dando paso a la creación de la República en
1918.
El salón de la Emperatriz Isabel, de
estilo neorococó, era el salón empleado para las recepciones de la
emperatriz. En él destacan los retratos de la bella Sisí, un sobrio
mobiliario y un reloj que cuenta con una cara invertida que permite
conocer la hora mirando a través de un espejo que se encuentra
frente a él.
La Capilla, sencilla pero de vital
importancia para las costumbres de los Habsburgo, profusamente
religiosos.
Tras ver numerosas salas, conocer
diversas historias y anecdotistas (gracias a la audioguia incluida en
el precio), y deleitarnos con mobiliario y elementos decorativos y de
uso cotidiano de tanto valor, saldremos del Palacio.
Debemos visitar los inmensos jardines
de estilo barroco que rodean el edificio principal, los cuidados
jardines que se hayan junto a la fachada se conjuntan perfectamente
con varias zonas boscosas en la que encontramos bancos, fuentes y
esculturas. Hallaremos la celebre glorieta en un pequeño alto que
nos ofrece unas vistas preciosas. Edificio que antaño fue empleado
como comedor y hoy como privilegiado mirador.
Podremos ver también un pabellón de
acero y cristal a modo de invernadero que cuenta con palmeras en su
interior el zoológico más antiguo del mundo (1752) o el Laberinto,
un de setos de gran altura, un espacio al que es fácil entrar, pero
salir ya depende de la habilidad de cada uno.
Es pues Schönbrunn el lugar ideal para
seguir los pasos de los Emperadores, para comprender un poco mejor la
vida de ese personaje tan dispar que era la Emperatriz Sisí o
simplemente para ver un de los lugares más bellos de una de las
ciudades más bellas de Europa.
CHATEAU DE VERSAILLES
El palacio de Versailles fue mandado
construir por Luis XVI, allí donde su antecesor, Luis XIII, disponía
de un pequeño palacete para sus jornadas de caza fuera de París. En
1682 se trasladó allí con su corte, antes incluso de haber
finalizado las obras y fue residencia Real hasta 1789, año en el que
los franceses se sublevaron contra la monarquía.
En la visita al Palacio veremos un gran
cantidad de salones, estancias y aposentos, cada uno con un encanto
particular. Podríamos hablar de muchos de ellos, pero sin embargo
destacaremos los más llamativos o importantes.
La Capilla Real, se encuentra junto a
la entrada y su inmaculado color blanco atrae la atención. Sobria y
elegante nos da una idea de lo que nos espera.
Las primeras salas por las que pasamos
son las de Venus, Diana, Marte y Apolo, dedicadas a añejos dioses.
Bellamente decoradas y amuebladas fueron destinadas a diferentes usos
con el paso de los años y los acontecimientos.
El Salón de la Guerra precede al
espacio por excelencia de Versalles, el Salón de los Espejos,
también conocido como Gran Galería. Aquí se aprecia la
magnificencia de la monarquía francesa. Sus 73 metros de longitud
dan cabida a 375 espejos, situados en grupos de 21, en el interior de
17 exquisitos arcos. Otros tantos arcos situados frente a los espejos
contienen los ventanales que dan a los jardines, los espejos lo
reflejan y la imagen es espectacular.
Desde esta galería se accede a los
aposentos del rey, el lugar más intimo del palacio y situados allí
por orden expresa del monarca, que así podría retirarse en
cualquier momento si lo deseaba.
Continuamos pasando por salas y
aposentos privados como la Sala de la Paz o el Dormitorio de la
Reina, una estancia decorada en oro que muestra la opulencia de la
realeza de la época.
Llegamos al final de la visita, la Sala
de las Batallas es un pequeño museo en el que se muestran obras
dedicadas a la historia de Francia, cedidas por el Museo del Louvre.
Tras salir del edificio podemos pasar a
disfrutar de los hermosos jardines.
Los jardines de Versailles son el mejor
ejemplo de “jardín regular de estilo francés”. Encontramos dos
partes bien diferenciadas. La más cercana al Palacio y la más
cuidada y detallista, y la zona del llamado Parque junto con el Gran
Canal, una zona boscosa menos ordenada e ideal para paseos más
extensos. Podemos decir que el Estanque de Apolo es la “frontera”
entre estas dos zonas.
La primera parte cuenta con pequeños
jardincillo perfectamente cuidados y complementados por pequeños
estanques, fuentecillas y estatuas.
Perfectamente alineado con el Palacio
se encuentra el Estanque de Apolo y tras él el Gran Canal al que
llegamos en un breve paseo.
El Gran Canal es una masa de agua de
1670 metros de largo que, durante la estancia de la monarquía en el
palacio, contaba con diferentes embarcaciones, incluso llegó a
contar, regalo de la República de Venecia, con dos góndolas con sus
correspondientes gondoleros.
En la zona noreste del parque se
encuentran los dos palacetes que completan el conjunto; El Petit y
Gran Trianon. Edificios construidos para el ocio de la familia Real y
su uso un tanto alejado de la oficialidad del Palacio principal.
Ambos palacetes son visitables con la
misma entrada con la que hemos llegado hasta aquí.
Junto al Petit Trianon se encuentra el
Dominio de María Antonieta y la Aldea de la Reina.
En la zona más inmediata al palacete
se encuentran varios espacios botánicos muy importantes. Un jardín
y un pabellón francés, así como un jardín anglo-chino. También
se encuentra aquí el Teatro de la Reina, un teatro construido por
orden de María Antonieta, gran amante del arte de las tablas.
Si llegamos hasta el Templo del Amor
estaremos cerca de la Aldea, una de los espacios más curiosos del
conjunto.
La construcción de la aldea fue
requerida por María Antonieta para distraerse de la ajetreada vida
de la corte y disfrutar de una especie de vida paralela. Quiso gozar,
junto con sus hijos de los placeres de la vida campestre, aunque de
una manera tan artificial e irreal como su posición le obligaba.
El lugar cuenta con todo tipo de
construcciones, como una granja, la lechería, viviendas (entre las
que se distingue la de la propia reina, al ser la única techada con
tejas), un molino, un palomar y un pequeño lago en el centro de la
aldea.
Este pequeño oasis en la vida de la
monarquía pone punto final al maravilloso conjunto del Chateau de
Versailles. Un punto que la mayoría de los visitantes no ven, ya que
se centran tan solo en el Palacio principal.
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