lunes, 15 de agosto de 2011

VENECIA. LA CIUDAD DEL AMOR

Comenzamos nuestro periplo por los Balcanes, fuera de los Balcanes. Tomamos un vuelo con destino a Venecia, el mejor lugar que encontramos para desplazarnos y empezar a movernos por los países balcánicos.

Arribamos al aeropuerto de Marco Polo al mediodía y rápidamente nos dirigimos a las taquillas para tomar el autobús a Mestre (barrio de Venecia en tierra firme), lugar donde teníamos el hotel y desde el cual partiríamos al día siguiente rumbo a la capital de Eslovenia; Ljubjana.

Nada más llegar a Mestre desde el aeropuerto, nos dirigimos a nuestro hotel. Llevábamos reservado el Hotel Ambasciata. Se trata de un tres estrellas muy bien equipado, limpio y económico, además el personal era muy amable (cosa de agradecer).
Tras hacer el check- in fuimos a la estación de trenes para comprar los billetes de autobús a Eslovenia y comer.

Llenado el estómago comenzaba realmente nuestra visita a Venecia, la bellísima ciudad de los canales.
Compramos el billete de transporte público valido para 24 horas (lo hay de 12, 24 y 48 creo recordar) que nos costó  18€ y nos valía para utilizar el vaporetto (especie de autobús que va por el agua) y el bus a Mestre, tantas veces como quisiéramos dentro de esas 24 horas.


Llegamos al centro histórico de Venecia por la Piazale Roma, el lugar donde llegan los autobuses y el punto más lejano al que puede acceder un vehículo de ruedas.
Desde allí tomamos el vaporetto y comenzamos a recorrer el Gran Canal, hasta que llegamos a la parada de San Marcos; que nos dejó, como es evidente, junto a la plaza de San Marcos, el que es, probamente el lugar más famoso de la ciudad.

Nos dimos una vueltita por la plaza, que a esas horas estaba a rebosar, para apreciar el lugar que un día Napoleón definió como “El salón más bello de Europa”.  

Lo primero que se aprecia al entrar a la Piazza (en realidad este extremo es la Piazzetta San Marco) es el Palazzo Ducale, un bello edificio que fue, entre otras cosas, palacio privado, sede de gobierno y cárcel de la republica de Venecia.

Una vez pasado el Palazzo la Basílica comienza a llamar la atención, sin embargo en la plaza hay otros de edificios de bastante interés, como son la Torre del Reloj y el campanario de San Marcos, que curiosamente se encuentra separado de la basílica.
El campanario que podemos ver actualmente es una reconstrucción llevada a cabo en 1912, ya que en 1902 el original se derrumbó.

Fijamos nuestra vista en la magnífica Basílica de San Marco, la gran protagonista del lugar. Se trata de una obra bizantina cuya construcción comenzó en el año 828 teniendo que ser reconstruida en el siglo XI a causa de un incendio. Es una verdadera joya que también alberga elementos románicos y góticos, y unos bellísimos mosaicos.
 
Tras pasar una rato en la Piazza regresamos al vaporetto para acercarnos a la zona de otro de los símbolos más conocidos de esta Venecia; el Ponte di Rialto.



Durante el trayecto por el Canal Grande se pueden apreciar en sus orillas preciosos edificios que nos muestran el particular estilo veneciano, prueba de ello son, por ejemplo, el Palazzo Giusti, el Palazzo Dolfin Manin, el Palazzo Venier dei Leoni (sede del museo Peggy Guggemheim) o la Iglesia de Santa María della Salute.


Una vez llegamos a la parada de Rialto nos apeamos para ver con detenimiento tan precioso puente.

Se trata del puente más antiguo de la ciudad, construido en 1591 y sucediendo a uno anterior de madera.
 Fue concebido para dar paso a las gentes de una orilla a la otra pudiendo así acercarse al Mercado de Rialto, el más importante de la ciudad. Una de las cosas más curiosas del lugar es que no se queda solo en dar paso a la gente, sino que busca otra utilidad; en su superficie hay varios cubículos que hacen las veces de comercios, aprovechando así todo su espacio.



Las horas de la tarde iban cayendo entre canales y algarabía, así que no nos pusimos más objetivos que el de pasear tranquilamente por las calles laberínticas de la zona de Rialto, viendo los puestos callejeros y sorprendiéndonos de vez en cuando con los edificios que salían a nuestro encuentro. Al día siguiente tendríamos toda la mañana y un poco más para seguir disfrutando de la ciudad.
Sin nada más reseñable, cuando pasaron algunas horas más nos fuimos acercando al Piazzale Roma para coger el bus que nos dejara de nuevo en Mestre, comprar algo para cenar y descansar en nuestro hotel.

MIÉRCOLES 22.

Nos levantamos pronto para aprovechar bien las horas en que nos quedaban en Venecia, pues esta tarde nos iríamos a Ljubljana en autobús.

Después de desayunar nos desplazamos al centro de la misma manera que lo habíamos hecho el día anterior. Subimos al vaporetto y nos dirigimos de nuevo a la Piazza San Marco, pero esta vez nos bajamos en la parada siguiente para acceder a la plaza desde otra perspectiva y viendo cosas nuevas. Si obviamos los numerosos palacios que en Venecia hay, el primer lugar destacable que vimos fue el Ponte dei Sospiri (Puente de los Suspiros), para desgracia de nuestras retinas, en obras de reconstrucción. Aun así algo se podía ver.
Este es un lugar que lleva a equívocos a los turistas (muchas veces provocados por los pseudo-guías que les “acompañan”). Muchos hablan de suspiros de enamorados, ya que esta es la ciudad del amor, pero nada más lejos de la realidad.  Este puente uno el Palazzo Ducale con la antigua prisión de la Inquisición y era el lugar por el que los presos eran transportados antes de ser ejecutados, siendo por sus ventanas la última vez que veían la luz, tratándose de una espectacular estampa para tan trágico final. De los suspiros de estos presos a ver el mar por última vez viene el nombre del puente.

Continuamos camino y nos plantamos de nuevo en la Piazza San Marco, repleta de nuevo de turistas. Recorrimos la plaza y sus soportales llenos de comercios y terrazas y nos “perdimos” de nuevo entre calles, esta vez al este de la plaza, llevándonos similar impresión que en la zona de Rialto.
 
Nos dedicamos a pasear hasta que llegase la hora de comer, cosa que también hicimos por esta zona de Venecia. Tras la comida regresamos a Mestre, recogimos el equipaje que muy amablemente nos habían guardado en el hotel y nos fuimos a esperar el autobús que nos llevaría a tierras eslovenas.

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