Habíamos pasado la noche en un autobús que nos dejó, a
las 6 a.m., en la desierta T4 de
Barajas. Tomamos el autobús gratuito que recorre las terminales del aeropuerto
y enseguida llegamos a la T1, desde donde partiría nuestro vuelo.
Desayunamos con calma y pasamos de la mejor manera
posible el tiempo que nos quedaba hasta la salida del avión.
Cuando ya llevábamos un buen rato en la cola de la puerta
de embarque, no se sí por causa del aeropuerto o de Ryanair (me da lo mismo que
lo mismo me da), de repente nos dicen que debemos cambiar de puerta de acceso y,
ya se sabe cómo son estas cosas con la compañía irlandesa; las carreras por los
pasillos de la terminal fueron dignas de unas olimpiadas.
Una vez tomamos posición en la nueva puerta, el panel
mostró la palabra prohibida: “Delayed – Retrasado”. El aparato que debíamos
tomar venía de Jaén y llegó con una hora de retraso.
Una anécdota que no dejamos nos amargara el viaje.
Arrastrando esa hora de retraso llegamos a Beuvais, allí
estaba esperándonos un Volkswagen Polo que alquilamos para los tres próximos
días. Tras el papeleo cogimos el vehículo y nos pusimos camino de Avranches,
población cercana a Mont Saint Michel, donde teníamos reservado nuestro hotel.
Cuatro horas nos llevó el trayecto, pero se convierten en
minucia cuando se valoran los lugares visitados.
Sobre las 18:30 entramos en el hotel. Se trata del F1
Avranches, típico hotel de la cadena francesa por el que pagamos 29€ por una
habitación doble con baño fuera. Todo correcto y dentro de lo esperado.
Antes de comenzar nuestras visitas entramos a un
Carrefour cercano al hotel para hacer unas compras y de paso dejar caer la luz
del día para desplazarnos a Mont Saint Michel y apreciarlo de noche.
Así fue. Tras las compras recorrimos los 15 kilómetros
que nos separaban de Mont Saint Michel y cuando llegamos nos quedamos
maravillados con la escena. Es realmente impresionante verlo de noche.
Aparcamos lo más cerca que pudimos, a estas horas ya no
se cobraba por el parking. Estábamos a pocos metros de la puerta de acceso y
acompañados de pocas personas disfrutamos del lugar bajo la combinación de las
luces artificiales y la de la luna.
Tras un paseo nos volvimos al hotel. Estábamos
destrozados, el autobús, el avión y el coche nos habían dejado baldados, así
que tocaba descansar y coger fuerzas para afrontar el día siguiente, que sería duro
y emotivo.
MARTES 25. SAINT MICHEL Y NORMANDIA
Madrugamos para volver a Mont Saint Michel evitando, en
la medida de lo posible los agobios típicos de estos lugares cuando acuden las
hordas de turistas. Lo conseguimos. Llegamos pronto y aparcamos en el mismo
lugar que la noche anterior, aunque esta vez sí que nos tocó pagar los 6€ del
parking.
Mont Saint Michel es una pequeña isla unida al
continente por una carretera. En dicha isla se levanta una pequeña ciudadela
medieval que conserva el mismo aspecto que hace siglos. En lo alto se levanta
una impresionante abadía dedicada
al arcángel San Miguel.
Comenzamos el ascenso a lo alto, allí donde está la basílica.
Lo hicimos con calma y disfrutando de las vistas. Una vez arriba vimos que la
entrada para los ciudadanos de la UE menores de 26 años es gratuita.
-
Entramos pues
-
– No, espera que no encuentro la cartera.
Aquí surgió la anécdota del día. A Mikel, ósea a mí, se
le olvidó la cartera con el DNI en el coche y claro, como no estaba dispuesto a
pagar 8€ que valía la entrada me fui corriendo hacia el parking. Por suerte
habíamos madrugado y el coche estaba junto a la puerta. Moraleja: “A quien
madruga dios le aprieta pero no le ahoga (destrozando el refranero popular).
Vimos tranquilamente la basílica, que para ser sincero,
si hay que pagar 8€ de entrada no merece mucho la pena.
Para las 11:15 estábamos de nuevo en el coche. Dejábamos
atrás Mont Saint Michel y poníamos la mira en Normandía y todo lo que tenía que
ver con el famoso desembarco.
La mayoría de las ocasiones nos cuesta alcanzar a
comprender la magnitud de hechos históricos que no hemos vivido. En las guerras
este efecto se magnifica, pues pocas veces la mente humana es capaz de imaginar
los horrores que suscitan.
En los lugares que íbamos a visitar tendríamos que
realizar de nuevo el ejercicio de retrotraerse en el tiempo, de ponerse en situación
y de tratar de percibir lo que allí sucedió. Por desgracia mucha de la gente
con la que coincidimos no piensa, ni por asomo, hacer ese ejercicio. Pasan por
lugares de tal peso histórico y humano, donde tanta gente lucho y perdió la
vida, como si fuese un parque público donde ir a echar la tarde. Una pena la
verdad.
El lugar que nos ocupa respira historia por los cuatro
costados. En él tuvo lugar una de las batallas más importantes de la historia.
Un 6 de Junio de 1944, aquí comenzó a cambiar el mundo.
La “Operación Overlord”, más conocida como el “Desembarco
de Normandía”, se desarrolló por estas tierras.
Puntos como Pointe du Hoc, donde los expertos Rangers
americanos tuvieron que escalar unos escarpados acantilados con las balas
silbando sobre su cabeza, o la playa de Omaha, lugar donde desembarcaban las
tropas, mientras los alemanes disparaban a discreción y mataban a muchísimos
soldados aliados, eran escenarios vivos que nos podrían mostrar la barbarie
humana.
Por otro lado, lugares como el archiconocido cementerio
americano de Colleville sur Mer o el, menos transitado, alemán de La Cambe,
despertaron nuestros sentimientos de repulsa e incomprensión hacia la guerra.
Lugares como estos, de 9286 tumbas en el caso estadounidense, demuestran que en
la guerra todos han perdido.
Recorreríamos lugares que habíamos preseleccionado con
anterioridad para situar geográficamente hechos de los que sabíamos mucho, pero
de los que esperábamos saber más estando in situ.
Nos dejamos algunos, pues es imposible abarcarlos todos
en tan poco tiempo, pero nos vamos satisfechos, con un pedacito de la historia
en nuestros corazones.
Esta fue la ruta que seguimos por la zona del Desembarco
de Normandía:
Cementerio alemán de La Cambe – Pointe du Hoc – Omaha
Beach – Cementerio americano de Colleville sur Mer – Longues sur Mer –
Arromanches.
EL DÍA MÁS LARGO
Aproximadamente a las 13:30 nos plantamos en el
aparcamiento del cementerio alemán de La Cambe, mucho menos famoso y mucho
menos visitado que los de los ejércitos aliados, pero igual de sobrecogedor.
En este cementerio las cifras son espeluznantes: más de
21.000 soldados yacen aquí (la mayoría en tumbas dobles). Algunos de ellos,
están en el túmulo central, y aún siguen
sin identificar.
Al salir del cementerio decidimos no retrasarlo más y
aprovechar para comer, antes de introducirnos de lleno en la zona del
desembarco propiamente dicha. Dimos buena cuenta de unos bocadillos que
habíamos preparado y sin más dilación arrancamos el coche y nos encaminamos a
la costa.
En pocos minutos llegamos a Pointe du Hoc. Dejamos el
coche en el amplio parking habilitado y tras pasar por el centro de
interpretación (cerrado en estas fechas excepto el fin de semana), llegamos al
lugar donde se encontraban los bunkers y las baterías del “Muro Atlántico”,
dispuestas por el ejército nazi para defenderse de la llegada de los aliados.
Es impresionante como aún hoy, casi 70 años después del
acontecimiento, son perfectamente visibles los socavones propiciados por los
bombardeos de la aviación aliada.
Fue en los acantilados cercanos a este lugar, donde los
Rangers estadounidenses realizaron una de las machadas más sonadas de la
guerra. Escalaron las altas y escarpadas paredes bajo un aguacero de balas
alemanas.
Compartimos visita a este lugar con bastante gente, lo
que dificulta la comprensión de lo allí acaecido, pero salimos satisfechos.
Regresamos al coche para seguir por la carretera que unía
los puntos neurálgicos del día D. pronto llegamos, al que no dudo es uno de los
lugares más nombrados del mundo, aunque la mayoría no sepa donde esta o de que
se trata. No es otro que Omaha Beach.
Omaha era la clave de la reconquista de Europa a la
Alemania Nazi. Tomar esta playa es vital para poder desembarcar tropas y
armamento pesado y, junto con las playas tomadas por los ejércitos británicos y
canadienses, hacerse con la costa de Normandía.
La fuerte defensa que los alemanes hicieron de este lugar
provoco numerosos fallos en la consecución de los objetivos aliados. Hubo
numerosas bajas y lo que en principio pensaba ganarse en un día, necesito de
varios para ser realidad. Tal vez esta durísima oposición por parte del ejército
germano y las innumerables bajas infringidas a los aliados, hizo más heroica la
victoria de los Aliados.
Tras estar un rato mirando la playa de Omaha, tratando de
entender y repasando en nuestra memoria las miles de imágenes en blanco y negro
que habíamos visto de este lugar, apremiados por el reloj nos fuimos hasta el
Colleville sur Mer, en un promontorio situado en el extremo oriental de la
playa, donde se encuentra el Cementerio Americano.
Este es el famoso cementerio de cruces blancas que
aparece en el comienzo de la película de Steven Spielberg “Salvad al soldado
Ryan”. Es un lugar muy americano, donde se hace patria por doquier, pero lo más
importante (se supone) es el respeto y recuerdo a los muertos durante la II
Guerra Mundial.
El terreno que abarca el cementerio es territorio
estadounidense, administrado por el gobierno de Estados Unidos.
9387 son las tumbas que aquí se haya. El lugar es
estremecedor, todas las tumbas perfectamente alineadas, sobre un tapiz de verde
hierba cuidosamente tratada, te envuelve, quieras o no, en el dolor de la
guerra.
Entre las tumbas hay varias más conocidas que el resto;
entre ellas las de Theodore
Roosevelt Jr, hijo del presidente norteamericano Theodore Roosevelt. La de su hermano Quentin (muerto en la I
Guerra Mundial) y la de los hermanos Niland, quienes inspiraron la mencionada película
De Spielberg.
Prácticamente era la hora del cierre del cementerio, a
las 17:00 echaban el pestillo. Salimos un poco antes para evitar aglomeraciones
a la salida del aparcamiento y nos fuimos hasta el Museo Memorial de Omaha,
junto a la playa y cuyos horarios nos daban más margen que el cementerio. Por
eso lo hicimos en ese orden y no al revés.
Pagamos 6€ cada uno por entrar, lo que a la postre nos
pareció caro a pesar de que el lugar era interesante. En el museo se podían ver Ropas de la época,
utensilios, armas, algún vehículo y fotos tomadas durante la batalla entre
otras cosas.
Tras salir del museo tomamos de nuevo la carretera y nos
plantamos en Longues sur Mer para ver las baterías alemanas que defendieron la
zona. Esta fortificación defensiva era una de las más modernas de la zona. Aún
hoy se pueden ver varios de los cañones que allí se emplearon.
Poco nos quedaba ya, el día no nos iba a dar mucha tregua
y comenzaba a apagar su luz. Decidimos visitar el ultimo emplazamiento, un
lugar que a priori pensábamos no nos daría tiempo a ver pero que conseguimos
hacerlo. Nos fuimos hasta Arromanches para ver los restos de su puerto
artificial.
Todavía son visibles partes del puerto artificial que
construyeron los aliados para su utilización durante la guerra. También hay un
museo dedicado al desembarco, el cual no visitamos por dos motivos, el primero
que no lo teníamos planeado y el segundo que cuando llegamos ya estaba cerrado.
Se acabó nuestra jornada por las playas del Desembarco.
Ya se hacía de noche. Cogimos el coche y nos desplazamos a nuestro hotel.
Dormiríamos en la ciudad de Caen, en el Etap Caen nord memorial. Un buen hotel
por poco dinero que para cenar, pasar la noche y darnos una ducha era perfecto.
Al día siguiente nos desplazaríamos hasta la capital de
Francia, París. Volveríamos a disfrutar de al ciudad de la luz antes de volver
a casa.
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