El funicular es caro, sobre todo si tenemos en cuenta que el trayecto no llega al minuto de duración, pero aun así lo empleamos porque nos quita una buena cuesta y es un medio que mantiene el romanticismo. Fue construido en 1870 y reconstruido en 1986.
Así que nos situamos en la cola de la taquilla, para el funicular no sirve el bono de transportes, por lo que debíamos comprar un billete de ida y vuelta que nos costó 1500 HUF (unos 5 €). A modo de curiosidad decir que en la plaza donde se encuentra la estación baja del funicular, Plaza Adam Clark, se encuentra el kilómetro cero, lugar desde donde se miden las distancias en Hungría.
Cuando al fin accedimos al interior del funicular pudimos disfrutar de unas preciosas vistas al puente y el Danubio.