El tren salió con puntualidad de la
estación de Keleti, poco más de dos horas nos separaban de una
nueva ciudad; Bratislava.
La capital eslovaca es la gran olvidada de la cuenca del Danubio, si bien esta muy lejos del interés
suscitado por ciudades como Viena o Budapest, bien merece una visita.
Además precisamente la cercanía a estas dos grandes ciudades
facilita sobremanera el poder dedicarle un día.
Sobre las diez de la mañana estábamos
en Bratislava. A partir de ese momento íbamos a recorrer la ciudad a
píe, pues las distancias son cortas y es la mejor manera de
disfrutar de los lugares siempre que se pueda.
El primer punto reseñable con le que
nos topamos fue el Palacio Presidencial, a medio camino entre la
estación ferroviaria y el centro histórico. El palacio fue
construido 1760 como palacio de verano siendo hoy en día la
residencia oficial del presidente de Eslovaquia. En la parte trasera
del edificio esta la “Alameda de los presidentes”, lugar donde
todo presidente extranjero en visita oficial planta un roble.
En este punto buscamos la calle
Postová, una calle peatonal por la que camina mucha gente. Al final
de esta calle nos topamos con el Mercado Municipal, sin nada
reseñable. El objetivo principal de haber tomado este calle no era
otro que acércanos a la Iglesia de Santa isabel. Un templo claro
ejemplo de art nouveau. Más conocida como la “iglesia azul”
porque precisamente esta pintada de dicho color, el azul, siendo así
una de las iglesias más llamativas del mundo. Junto a ella se
encuentra la escuela primaria, un edificio del mismo estilo que la
iglesia, este pintado de amarillo y blanco, y diseñado por el mismo
arquitecto, el húngaro Edmund Lechner. Si bien estos dos edificios
destacan por si solos, su ubicación entre varios edificios de época
comunista, caracterizados por su fealdad y frialdad, los hace más
llamativos si cabe.
Una vez vista esa zona de la ciudad,
nos acercamos al centro histórico. Entramos en el por la parte
trasera del Teatro Nacional y cuando nos pusimos frente a su fachada
principal nos percatamos de que la ciudad estaba sumida en algún
tipo de celebración, pues había varios escenarios musicales y
grupos probando para lo que serían los conciertos al caer la noche.
El teatro esta situado en un extremo
del paseo Hviezdoslavovo, un espacio muy agradable que dejaríamos
para más adelante. Decidimos introducirnos de lleno en el centro y
que mejor manera que llegando al punto neuralgico de la urbe, la
Plaza Hlavné Námestié. Es una bella plaza, a la par que sencilla
como es el carácter eslovaco. En ella se pueden admirar coquetos
edificios junto al viejo ayuntamiento o varias embajadas. Ahí nos
encontramos con un visitante de excepción que llama la atención de
quienes pasan por allí, no es otro que Napoleón Bonaparte, al que
encontramos apoyado en un banco observando la belleza del lugar. ¿Qué
estaría tramando “Le petit cabrón”?
Continuamos callejeando y topándonos a
diestro y siniestro con las famosas estatuas que hay por toda la
ciudad; El paparazzi, El Cumil, Napoleón, etc Llegamos por la calle
Michalska hasta la puerta de San Miguel, la única puerta que queda
de la antigua muralla que rodeaba la ciudad. Esta puerta cuenta con
una leyenda que dice que si la cruzas hablando morirás al año y un
día, para evitar tan trágico desenlace se debe cruzar conteniendo
la respiración. Así que para evitarse un año preocupado o
simplemente por hacer la tontería, pasémosla sin respirar.
Regresamos al paseo Hviezdoslavovo
paseando tranquilamente por la calles del corazón de Bratislava.
Era ya buena hora para comer y nos
acercamos a un restaurante de comida rápida que vimos cerca del
teatro nacional, no queríamos perder mucho tiempo así que nos
decantamos por esa opción. Un detalle que tuvieron fue que a todos
los que allí comíamos, fuese cual fuese el menú, nos regalaron una
botella de agua fría para paliar el calor sofocante que de nuevo nos
acompañaba (aunque nada tan bestial como el día anterior).
Tras reponer fuerzas recorrimos el
paseo hasta su otro extremo, disfrutando de su belleza habitual y de
una exposición de fotos que había de manera temporal en la misma
calle. Llegamos a ese extremo que en verdad es el comienzo del paseo,
aunque para nosotros era el final. Allí se encuentra la Columna de
la Peste. Una escultura en honor de la virgen que protegía a las
gentes de la ciudad del terrible brote de esta enfermedad que asolo
centroeuropa en la Edad Media.
Cerca esta la Catedral de San Martín,
que de catedral tiene el nombre y poco más. Cruzamos la carretera por un paso bajo ella y nos disponemos a subir al castillo. Lo
hacemos con calma porque el calor aprieta y, la verdad, tampoco
tenemos demasiada prisa.
El castillo fue reconstruido y hoy se
emplea como sede de la administración publica, por lo que su
interior poco interés tiene ya, sin embargo merece la pena pasear
junto a el, contemplar su fisionomía y ver sus muros e imaginarlos
hace varios siglos. Pero sin duda la mejor función que desempeña
actualmente es la de mirador sobre el Danubio. Desde aquí se
contemplan preciosas panorámicas, pudiendo distinguir perfectamente
la ciudad vieja y la moderna. Además es el mejor punto para ver el
Puente Nuevo.
Cerca del Castillo se encuentra el
parlamento de Eslovaquia, si bien el edificio en si es bastante
insulso, merece la pena acercarse solo por curiosidad. Es un edificio
moderno y simple, no obstante cabe recordar que Eslovaquia es una
nación independiente desde 1993 cuando se separo por vías pacificas
de la actual República Checa, con la que formaba la extinta
Checoslovaquia, la cual se regia desde Praga, por tanto ninguna falta
hacia un edificio parlamentario en Bratislava hasta entonces.
Dábamos por finalizada nuestra visita
a Bratislava, una ciudad que sin ser una de las más bonitas o más
llamativas de Europa bien se merecía que le dedicáramos alguna vez
en la vida esta visita.
Nos desplazamos de nuevo hasta la
estación de tren y tomamos uno de los varios trenes que unen
Bratislava con Budapest a lo largo del día.
A las siete de la tarde estábamos de
nuevo en la capital húngara.
2 comentarios:
Qué detalle lo de la botella de agua en el restaurante de comida rápida, jejejeje. Se agradece!!! Bratislava tiene muy buena pinta así que me la apunto en mi lista interminable de lugares a visitar!!! Un abrazo. ;-)
La verdad es que fue un detalle que nos vino de cine.
Bratislava merece la pena si andas cerca, en ciudades como Budapest o Viena.
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