Para celebrar el post número 100 del blog he querido escribir sobre un lugar especial, algún sitio que me haya dicho algo más que el resto, ese elemento que me haya transmitido sensaciones diferentes y, sin duda, ese fue el Coliseo de Roma.
Un lugar que quise visitar desde niño debido a mi pasión por el Imperio romano y todo lo que tiene que ver con él. El Coliseo, creo yo, muestra toda la grandeza de la Roma clásica y las enormes expectativas que tenía no se vieron truncadas al encontrarme a los pies del majestuoso edificio.
COLISEO DE ROMA
El
Coliseo fue construido por los tres emperadores flavios, de ahí su
nombre; Anfiteatro Flavio, aunque se le conoce como Coliseo por una
estatua colosal de Nerón que se encontraba entre el propio
anfiteatro y el templo de Venus y Roma en el Foro.
La
construcción del Anfiteatro respondía a la necesidad del nuevo
emperador, Vespasiano, de alabar su imagen pública, pues no
descendía de familia noble como era habitual en los regidores
romanos.
Para
ello drenó el lago artificial de la Domus Aurea, perteneciente al
extravagante Nerón. Ese fue su primer acierto, pues devolvía un
espacio robado por Nerón al pueblo.
No
fue tarea fácil levantar tal mole y Vespasiano, su gran percusor
falleció antes de verlo completado, aunque poco le faltaba. En el
año 80 d. C. Su hijo Tito lo inauguró celebrando suntuosos festejos
que duraron 100 días e involucraron a toda Roma.
El
anfiteatro se convirtió en el más grande del imperio romano, no
obstante era ilógico que no fuese así, la mayor grandeza de Roma se
debía demostrar en Roma y que hubiese alguno más grande fuera de la
capital era poco menos que una ofensa. Sus 189 metros de longitud,
156 de ancho y 48 de altura así lo constataban.
Construido
con traventino (material del que se estima se extrajeron 100.000 m³
de canteras cercanas) su
fachada exterior es articulada en cuatro ordenes, que no se
corresponden con las separaciones interiores. Los primeros ordenes
son formados por 80 arcos y, siguiendo el canon clásico, cuenta con
columnas toscanas en el primero, jónicas en el segundo y corintias
en el tercero. El ultimo orden es formado por una pared ciega con
ventanas cada dos vanos.
Entre
los arcos de los primeros niveles se encontraban estatuas dedicadas a
dioses y emperadores.
Se
dice que en su origen podía albergar entre 50.000 y 90.000 personas
repartidas en sus tres graderías o “cavea”. Los asistentes se
situaban según su estatus social, así las gradas estaban divididas
en sectores según la proximidad a la arena.
En
el primer sector o “podium” se sentaba la familia imperial, para
quienes existía una tribuna especial. En el mismo nivel se situaban
los senadores, magistrados y las vestales.
En
los sectores superiores “maenianum”, se ubicaban los
aristócratas, ciudadanos ricos y gentes de otros oficios como
soldados o caballeros.
El
ultimo sector, de menor calidad (Construido en madera) era el
destinado a mujeres, esclavos y pobres.
Pero
la técnica empleada en el Coliseo no quedaba en su gradería;
contaba con una estructura móvil de madera y telas,”velarium”,
que manejada por soldados de la marina, cubría el techo y protegía
a los espectadores del sol, la lluvia o el frío. En la parte
superior de la fachada se encontraban 250 mástiles que soportaban
los cables de la estructura con la ayuda de las cuerdas que se
anclaban en el suelo.
El
suelo del anfiteatro era de madera (hoy desaparecido) y se cubría
con arena para que absorbiera la sangre y el insoportable hedor de
animales y gladiadores. Bajo la madera se construyeron una serie de
pasillos, túneles y corredores que contaban con varios usos.
En
el subsuelo esperaban su turno fieras y gladiadores, también se
guardaban elementos para realizar escenografías, se encarcelaba a
los condenados que serían ajusticiados en el lugar y existía un
pasadizo, conocido como “Pasaje de Comodo” que conectaba con la
Cavea y lo empelaban las grandes personalidades para evitar las
aglomeraciones y agobios de las entradas habituales.
Otro
pasadizo conectaba el subsuelo del Coliseo con el “Ludus Magnus”,
la mayor escuela de gladiadores.
Estos
gladiadores y las fieras que iban a luchar accedían a la arena
mediante unos montacargas que ascendían gracias a cuerdas y poleas.
AVE,
IMPERATOR, MORITURI TE SALUTANT
Así
comenzaban los juegos en el Coliseo, se realizaba un desfile y los
gladiadores se colocaban frente a las autoridades recitando la
celebre frase “Ave César, los que van a morir te saludan”.
Los
juegos inaugurales, sufragados por Tito duraron 100 días y fueron
gloriosos. No solo contaron con las habituales luchas de gladiadores
y fieras, sino que también se recrearon batallas de la historia del
imperio, incluso se inundó el suelo para escenificar batallas
navales. Se trajeron aún más especies animales de las habituales y
las ejecuciones de condenados fueron aún más tétricas de los
normal.
El
día inaugural tuvo lugar la lucha entre Vero y Prisco, los dos
gladiadores más famosos del momento y que alcanzó la épica. La
impresionante lucha entre estos dos hombres, amigo a la vez, fue tan
cautivadora que ambos fueron declarados victoriosos y recibieron la
libertad por parte del emperador.
Los
espectáculos del Anfiteatro eran gratuitos y sufragados por personas
ricas del Imperio que lo empleaban para crearse una buena imagen
pública, evidentemente para fines propios, como por ejemplo hacer
carrera en la política, enmendar una mala acción realizada o
acercarse a las familias influyentes de Roma, pero otras veces, las
menos, eran simplemente celebraciones de victorias en la guerra o
nuevas conquistas.
Tenían
un orden reglado, por la mañana se realizaban “venationes”,combates
entre fieras, cacerías escenificadas o demostraciones con animales
domesticados.
Al
mediodía se realizaban las ejecuciones. Se podían hacer de manera
simple con un verdugo o las llamadas “damnatio ad bestias”, que
eran ejecuciones en las que las victimas eran devoradas por fieras.
En ocasiones se realizaban para escenificar mitos y leyendas, pero
otras simplemente eran para propinar mayor castigo a los criminales.
Por
la tarde tenían lugar los acontecimientos más esperados de los
juegos, los combates de gladiadores o “munera” como se le
llamaba.
Estas
luchas contaban con gran complejidad, pues ni todas eran iguales ni
todos los luchadores eran iguales. Podían ser uno contra uno, en
grupos diferenciados, todos contra todos, etc
Los
gladiadores también tenían su estatus, según su condición,
palmares o procedencia. Entre ellos había prisioneros de guerra,
condenados y esclavos que pertenecían a un empresario, pero también
hubo ciudadanos libres que buscaban fama y dinero.
Los
combates, en contra de lo que se piensa, rara vez eran a muerte, pues
el fallecimiento de uno de ellos conllevaba una perdida económica
para los empresarios. Llegaba un punto de la pelea en que uno de los
luchadores se imponía y en ese momento debía solicitar la orden de
quien presidia los juegos; si este alzaba el dedo el perdedor
viviría, si lo bajaba moriría. Muchas veces el encargado de dictar
sentencia se hacia de rogar unos instantes y escucha la voluntad del
pueblo, quien con sus gritos pedía la vida o la muerte.
El
emperador podía decidir a su antojo el destino de un gladiador y
entregar la corona de laurel y la espada de madera que significaba la
libertad del luchador.
Los
buenos gladiadores alcanzaban gran fama y sus nombres recorrían los
confines del Imperio, siendo deseados y aclamados por el gran
público.
Con
el paso de los siglos el Imperio romano se fue diluyendo y con el sus
tradiciones. Los juegos fueron mermando, siendo en el siglo V los
últimos celebrados en el Coliseo de Roma.
Se
le dieron diferentes usos, pero jamas recupero su gran gloria.
Recibió golpes como el de 1349, cuando un terremoto derrumbó parte
de su estructura, sin embargo no fue ese su mayor enemigo, sino que
fue el hombre, aquel que catorce siglos antes lo encumbró, comenzó
a destruirlo. Fue empelado como cantera para construir nuevos
edificios en la ciudad.
Esta
escabechina se detuvo cuando el papa Benedicto XV lo declaró como
lugar sagrado por el derramamiento de sangre cristiana que se dice
allí tuvo lugar. Aunque no hay datos que la verifiquen, parece ser
que durante la persecución a la que fueron sometidos los cristianos
en la Antigua Roma, se les llevo al Coliseo para ser masacrados. De
esta manera quienes allí fueron brutalmente asesinados fueron
también los que salvaron la destrucción del lugar.
Desde
el siglo XIX se celebra la ceremonia del Vía Crucis dirigida por el
propio papa.
Hoy
en día el Coliseo es una de los símbolos, no solo de Roma o Italia,
sino del mundo entero. En 1980 fue declarado Patrimonio de la
Humanidad por la UNESCO y en 2007 como una de las Nuevas Siete
Maravillas del Mundo Moderno.
El
Coliseo o Anfiteatro Flavio nos remonta a una espectacular época de
la que aún guardamos muchas costumbres sin darnos cuenta. Aquel
Imperio sentó las bases de actividades y actitudes que tenemos hoy
en día. Nos dejó un gran legado en temas que abarcan desde la
política o el derecho hasta la arquitectura o la literatura. Es un
lugar que merece un instante de nuestras vidas en el que no es
necesario decir nada, solo admirar y recapacitar.
2 comentarios:
Yo se que el día que lo vea me emocionaré. Estos monumentos tan emblemáticos es lo que tiene... aunque no se si será por eso o porque siempre he querido ir a Roma y entre unas cosas y otras, al final no he podido ir. He visto algunos colieos que dicen ser los mejores conservados junto al romano como el de jem en Tunez o el de Pula... A ver cuando le toca el turno a este...
Un abrazo!
Es un gran lugar.
El estado de conservación no es tan bueno como el de El Djem (aunque este último esta muy reconstruido) pero la historia y la grandeza del lugar merece mucho la pena.
Además ya sabes que Roma tiene mucho para ver.
Un abrazo
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