“La bien cercada”, así la bautizo
Fernando I, y no pudo hacerlo de mejor manera, pues muchos han sido
quienes la han codiciado y los que la consiguieron trataron de
defenderla por todos los medios.
Conocida también como “Ciudad del
Románico”, su Casco Histórico conserva la mayor concentración de
elementos pertenecientes a dicho periodo artístico. Ello le valió
la calificación de Conjunto Histórico – Artístico en 1973.
La ciudad sufrió años de olvido y
quedo sumida en una gran decadencia, esa amargura vivida por los
zamoranos de los siglos XIII y posteriores es lo que da esencia a la
Zamora de hoy en día, esa que no supo o no pudo avanzar en el tiempo
y que nos permite disfrutar de su trazado medieval y de sus edificios
románicos tal como eran, porque en Zamora, lo que se ve, es lo que
hubo.
Zamora fue durante años frontera entre
religiones, sus muros orientados al sur, con la inestimable ayuda del
río Duero que actuaba a modo de foso natural, fueron la linea que
separaba a musulmanes y a cristianos.
Su historia es convulsa y apasionante,
su privilegiada ubicación la hizo objeto del deseo de muchos y eso
la llevo a ser centro neurálgico de batallas, disputas y otros
acontecimientos. Paso por manos árabes y cristianas, quienes en sus
disputas la arrasaron una y otra vez. En el siglo XI fue
definitivamente arrebatada a los musulmanes y el Rey castellano
Fernando I la repobló y reconstruyó confiriéndole la fisionomía
que hoy día tanto se precia.
Quizá sean estos años los que más
fama dieron a Zamora. A la muerte de Fernando I, este repartió sus
territorios entre sus hijos, dejó en herencia la ciudad a su hija
Doña Urraca y las envidias y recelos abrieron el camino de las
conspiraciones y disputas. He aquí cuando aconteció la muerte de
Sancho II, el primogénito de Fernando I, a manos Bellido Dolfos
mientras asediaba la ciudad para arebatarsela a su hermana. Este
hecho fue inmortalizado mediante el romancero español y más
concretamente mediante el Cantar de Gesta de mio CID.
Estos fueron los mejores años de la
ciudad, hasta aproximadamente mediados del siglo XIII, cuando,
directamente ligado la avance hacia el sur de las conquistas
cristianas, fueras precisamente las ciudades más meridionales de la
península las que fueron cobrando mayor importancia en detrimento de
las situadas al norte, entre las que se encontraba Zamora.
El parque del Castillo es un buen lugar
para comenzar la vista. Al alcance de la vista tendremos dos de los
mayores atractivos de la ciudad; el Castillo y la Catedral.
La fecha original de este Castillo en
forma de rombo no esta segura pero se sabe que ya existía en el
siglo XI, si bien de aquella época poco o nada queda. La mayor
reforma fue acometida en tiempos de Felipe V, cuando se adecuo a los
tiempos que corrían, dotándolo más acordemente a las tecnologías
bélicas de aquellos años.
Su estado de conservación no es el más
deseado, pero gracias a la visión de su perímetro, el foso, algunos
muros interiores y el patio de armas nos podemos hacer una idea de su
importancia. También conserva la Torre del Homenaje, desde la cual
se observan unas estupendas vistas de los alrededores.
No debemos dejarnos llevar por la
imagen que nos muestra, quizá a la primera sensación no se la de la
grandeza que nos trasmiten otras fortalezas que han llegado hasta
nuestros días, pero el Castillo de Zamora fue parte importantisima
del conocido dicho: “No se gano Zamora en una hora”. Se refiere
al cerco que sufrió la ciudad y efectivamente no duró una hora,
sino algo más de siete meses.
Estuvo cerrado al público un tiempo
para poder adecuarlo a los visitantes del siglo XXI, facilitando el
acceso y colocando pasarelas y paneles.
Actualmente e integrado en los muros
del Castillo se encuentra el Museo Baltasar Lobo.
Cercano al Castillo se encuentra el
Portillo de la Traición, si bien no tiene importancia arquitectónica
alguna, al tratarse de una pequeña portezuela de la muralla. que aún
hoy rodea Zamora, cuenta la leyenda que fue por dicho lugar por donde
Bellido Dolfos, perseguido por el CID por haber asesinado al Rey
Sancho II, entró a la ciudad.
En 2010 este lugar cambio de nombre
oficial, pasando a denominarse Portillo de la Lealtad con el objetivo
de “reparar una injusticia histórica que se hizo contra Bellido
Dolfos y la ciudad de Zamora” (según el acta municipal).
A un paso esta la Catedral. Del siglo
XII es la más antigua y pequeña de las ubicadas en la comunidad de
Castilla y León, sin embargo su interior goza de tesoros
impresionantes. Una bella colección de tapices flamencos, varias
capillas o el coro y su sobria sillería.
De su exterior los elementos más
destacados son la Torre del Salvador, de 45 metros de altura y el
Cimborrio de influencia oriental junto con su cúpula decorada de
escamas.
Detrás de la Catedral veremos la
Llamada casa del CID, en realidad el Palacio de Arias Gonzalo, donde
se dice habito el CID campeador.
Es buen momento para caminar en
dirección a la Plaza Mayor. El eje que componen las calles Rúa de
los Notarios, Rúa de los Francos y Ramos Carrión nos llevará a
ella mostrándonos varios de los atractivos del casco histórico.
La Rúa de los Francos va a morir a la
Plaza de Viriato, en ella se encuentra una estatua del héroe hispano
que le da nombre y del cual hay versiones que dicen que nació en
Zamora. Dos edificios significativos flanquean la plaza. El Palacio
de los Condes de Alba y Aliste, del siglo XV y reconvertido en
parador. Al otro lado la actual sede de la Diputación Provincial,
ubicada en el antiguo hospital de la Encarnación.
Nace aquí la calle de Ramos Carrión,
que pasando por el Teatro que lleva su mismo nombre, nos deriva en la
Plaza Mayor.
Situada en el centro y desplazada al
oeste de la plaza se levanta la iglesia de San Juan Bautista original
del siglo XII y en cuyo exterior se encuentra una estatua en honor al
Merlú, famosa pareja perteneciente a una Cofradía de la Semana
santa Zamorana.
Al norte y sur están los edificios del
Ayuntamiento y Ayuntamiento Viejo respectivamente, como vigilando el
antiguo la labor del actual sin lograr el traspaso total de poderes.
El edificio del Ayuntamiento viejo data del siglo XVII y fue
construido en estilo Plateresco. Su fachada de dos pisos porticados
fue privada en 1875 de sus dos torres.
En 1950 el ejecutivo de la ciudad hizo
las maletas y se mudo al otro lado de esta Plaza Mayor, a un edificio
neoclásico del siglo XIX que se reformó a partir de 1932 para
albergar a dicha corporación.
Junto al Ayuntamiento Viejo comienza la
calle Balborraz, muy importante durante la Edad Media y hasta el
siglo XX en el que su importancia quedo relegada debido a la excesiva
pendiente con la que cuenta. Esta calle baja hasta las proximidades
de Duero. Es original del siglo X y unía la antigua el casco
histórico con la Judería vieja, que algunos sitúan en lo que hoy
es conocido como barrios bajos y antiguamente como Puebla del Valle,
a medio camino entre el Duero y el casco antiguo.
Si bien esta documentada la presencia
de los judíos en Zamora, no hay evidencias arqueológicas que
demuestren claramente la existencia de las dos juderías que hubo en
la ciudad. La vieja en Barrios Bajos y la nueva en las proximidades
de la Plaza de San Sebastián y la calle Sancho IV. Queda claro que
los Reyes Católicos se encargaron de borrar toda prueba de actividad
judía tras su edicto de 1492.
Si descendemos a la orilla del río
apreciaremos el Puente de Piedra, del siglo XIII aunque reformado a
pedir de las nuevas necesidades de los vecinos según avanzaban los
siglos. Durante muchos años fue el único puente que cruzara el
Duero en los limites de la ciudad, por ello y por estar enclavado en
la Vía de la Plata, tuvo gran afluencia de peatones, carros con
mercancías y peregrinos. Estos últimos siguen empleando el puente
hoy en día en su camino hacia Santiago de Compostela.
Regresamos a plaza mayor y podemos
desde este plaza dar nuestro últimos pasos en tan atractiva ciudad
acercándonos a sus murallas. Ya había muros registrados a finales
del siglo IX, pero las continuas batallas y escaramuzas hicieron
necesario repararlas y modificarlas a lo largos de los años
posteriores. Hasta nuestros días han llegado restos de diferentes
épocas, entre los siglos X y XVII.
Tomando la Calle de la Reina, que parte
de la zona noroccidental de la plaza, nos acercamos al palacio y la
Puerta de Doña Urraca.
Del palacio nada queda y ha sido
remodelado y convertido en un punto de información al turista. Junto
al palacio esta la puerta, una de las más bellas de la ciudad. La
entrada posee un arco de medio punto flanqueado por dos torreones.
Cuenta el romancero que fue en este
lugar donde Doña Urraca hizo desistir al CID Campeador y abandonar
el cerco al que sometía a la ciudad. Dice así:
ROMANCE
XIII EN QUE DOÑA URRACA RECUERDA CUANDO EL CID SE CRIABA CON ELLA EN
SU PALACIO EN ZAMORA.
—¡Afuera, afuera, Rodrigo,
el soberbio castellano!
Acordársete debría
de aquel buen tiempo pasado
que te armaron caballero
en el altar de Santiago,
cuando el rey fue tu padrino,
tú, Rodrigo, el ahijado;
mi padre te dio las armas,
mi madre te dio el caballo,
yo te calcé espuela de oro
porque fueses más honrado;
pensando casar contigo,
¡no lo quiso mi pecado!,
casástete con Jimena,
hija del conde Lozano;
con ella hubiste dineros,
conmigo hubieras estados;
dejaste hija de rey
por tomar la de un vasallo.
En oír esto Rodrigo
volvióse mal angustiado:
—¡Afuera, afuera, los míos,
los de a pie y los de a caballo,
pues de aquella torre mocha
una vira me han tirado!,
no traía el asta hierro,
el corazón me ha pasado;
¡ya ningún remedio siento,
sino vivir más penado!
Abandonamos Zamora de la mano del
tiempo que pasó entre sus piedras, ciudad durante un tiempo
infranqueable, hoy al alcance de la mano.
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